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Él estaba convencido que todo, absolutamente todo, se podía programar, incluso los sentimientos; al fin y al cabo que era el corazón si no una máquina de perfectos engranajes… ¡Pobre iluso!
Ella, con una impredeciblidad que le venía de fábrica, le sacó de su errada ensoñación. Era una bomba de relojería difícilmente, por no decir imposible, programable que escapaba a todo pensamiento intuitivo.
Septiembre 2019
Muchas gracias por compartirlo 😊😊
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